El tercer fin de semana de enero de cada año se realiza una tradicional festividad en el Pueblo Mágico de Real del Monte.
Hablamos de la Fiesta del Dulce Nombre, en honor al Señor de Zelontla, quien se convirtió en el patrono de los mineros de esta localidad del corredor de la montaña en Hidalgo.
En esta celebración se realiza una procesión por toda la calle principal, en la que participa el gremio minero del Pueblo Mágico llevando en hombros la figura del Señor de Zelontla y a la Virgen del Rosario de un templo a otro.
Real del Monte, como todo pueblo enigmático, tiene sus leyendas. Una de ellas corresponde a la llegada de esta imagen que se convirtió en protector de la comunidad.
Se dice que la figura de este Cristo doliente de tamaño natural fue realizada en el siglo XVII y que llegó a nuestro país desde España. El destino original de la imagen era la Ciudad de México, y en su ruta llevada en una peregrinación tocó llegar a Real del Monte, donde las personas que la cargaban se detuvieron a descansar.
Al día siguiente, cuando quisieron continuar su camino rumbo a la capital del, en ese entonces, virreinato, se cuenta que fue imposible mover la imagen más allá de la mina de Acosta. Ante esta situación, los hombres decidieron que este pueblo de Hidalgo tendría que ser la sede de su nuevo santuario, que fue construido en la esquina del callejón de Morelos y la calle Hidalgo, a unos metros del centro.
Otra leyenda cuenta que dos personas se dirigían de la mina de Dolores a una casa en el Cerro del Judío, preocupados porque la esposa de uno de ellos se encontraba enferma de gravedad. En el camino se percataron que alguien más los acompañaba, el desconocido les habló con voz dulce, tranquilizándolos y les informó que la mujer ya había sanado. Cuando voltearon a verlo, se trataba del mismísimo Señor de Zelontla, quien momentos después se esfumó.
Una tercera leyenda cuenta que en la mina Sacramento un descuido ocasionó que tres mineros estuvieran a punto de perder la vida en una explosión. Ante el inminente siniestro, uno de ellos pronunció el nombre náhuatl de Zelontla, quien hizo su aparición y salvó a los trabajadores de forma milagrosa.
El nombre del patrono de los mineros proviene de las palabras del náhuatl “Cel” (solo o solitario) y de “Ontla” (compañía): ‘la sola compañía’.